La reproducción del gorrión común: de los primeros cortejos a la emancipación

20 de marzo de 2021 | Nicolás López Jiménez

Hoy es el Día Mundial del Gorrión, la que consideramos una fecha perfecta para hablar de uno de los aspectos más importantes en la biología del gorrión común: la reproducción. En esta entrada del Blog del Gurriato vamos a desvelaros algunos de los secretos de la biología reproductiva de los gorriones (Passer domesticus), es decir, todos aquellos eventos que a lo largo de la vida de estos animales están encaminados a producir descendientes, y que son uno de los objetivos principales de su vida: reproducirse y sacar adelante a su prole. Cuando los gorriones alcanzan la edad reproductora, alrededor de los 2 años, comienzan a experimentar cambios fisiológicos con los que alcanzan la madurez sexual. Estos cambios se manifiestan internamente por una serie de cambios hormonales que desembocan en la maduración de los testículos en los machos y los ovarios en las hembras. Mientras, externamente las aves van adoptando un plumaje mucho más vistoso propio de la época de celo, y se van sucediendo los cantos (reclamos) y comportamientos propios de los cortejos destinados a formar las parejas o a consolidar estas, antes de iniciar las primeras cópulas.

El inicio del periodo reproductor

En la zona centro de la península ibérica, el inicio del periodo reproductor se inicia para las aves «solteras» durante los meses de septiembre a octubre, con el inicio de la formación de los vínculos de pareja, pero no es hasta finales de marzo o principios de abril cuando realmente se podría decir que las aves empiezan el periodo de cría. Este periodo reproductor se puede extender hasta finales de julio o primeros de agosto, que es cuando terminarían de criar las parejas más tardías sus últimas polladas. En ese momento, cuando finaliza el periodo de cría, cuando se manifiestan en el macho cambios de color en el pico y en el plumaje del babero negro del pecho, que se torna más apagado y se reduce de tamaño, indicando de alguna manera, que finaliza definitivamente la agotadora temporada reproductora.

Pero empecemos por el principio. Al inicio del periodo de cría cuando las aves empiezan el celo, varios machos comienzan a exhibirse mediante el cortejo a una hembra, con la cola y las alas desplegadas hasta que tocan el suelo, mientras levantan la cabeza y cantan (trinan) bien alto y fuerte. En el fulgor del cortejo se producen a veces peleas entre los machos hasta que finalmente la hembra cortejada decide con qué macho quiere emparejarse. Una vez formada la pareja, esta permanece de por vida y toda la exhibición de cortejo comentada anteriormente se la hará ya solo a esa hembra, aunque como veremos hay excepciones.

Secuencia de una pelea entre dos machos. Fotografías: Nicolás López Jiménez

Para elegir a los machos, las hembras tienen algunas preferencias, de manera que suelen escoger a los machos de mayor tamaño, a los que cuentan ya con un nido adecuado y sobre todo se ha comprobado como a las hembras las atraen más los machos con baberos de plumaje negro más desarrollado. Y es que son varios los investigadores que han descubierto que hay una correlación directa entre el tamaño de los testículos, la producción de testosterona y esperma, y el desarrollo del babero. Pero esto las hembras no pueden verlo, aunque lo que sí que aprecian es que un babero con un plumaje más desarrollado es un indicador externo que indica que ese macho tiene un buen estado físico, que está sano y que ha llegado a su madurez sexual, factores claves para conseguir una reproducción exitosa.
También los machos pueden mostrar sus preferencias y es que, en general, los machos con baberos negros más desarrollados, es decir, los más aptos, prefieren hembras que tengan la cola más larga.

Un macho reproductor. Nicolás López Jiménez

Las parejas ya constituidas suelen agruparse con otras parejas para formar colonias que suelen ser poco numerosas (6-20 parejas). En estas colonias las parejas formadas por ejemplares de mayor edad suelen volver a utilizar los nidos de años anteriores, mientras que las nuevas parejas construyen nidos nuevos cerca de los anteriores.

Los gorriones son, en general, aves monógamas, y realizan cópulas frecuentes, durante la puesta y en el periodo previo a esta. Llegan a copular hasta 16 veces al día, generalmente dentro del nido. Los vínculos de pareja permanecen durante toda la vida. Pero no son infrecuentes los casos en que estos vínculos integran también a otros individuos externos a la pareja, pudiéndose dar casos de poliginia, en los que un macho se aparea con dos (bígamo) o hasta tres hembras (trígamo). Con esta estrategia estos machos, como hacen otras aves, intentan incrementar su capacidad de transmitir sus genes al mayor número de descendientes. Pero para las gorrionas no resulta para nada ventajoso, puesto que necesitan que los machos se centren solo en la cría de su propia descendencia. Es por esto que las hembras manifiestan una gran agresividad hacia otras hembras, para tratar de ser las únicas hembras de la pareja. Y es que desde el punto de vista biológico, es un hecho que, disminuye mucho el éxito reproductor en parejas donde el macho se reproduce con más hembras que en parejas monógamas. Hay que tener en cuenta que un macho polígamo, tiene muchas bocas que alimentar, ya que tiene que llevar comida a muchos pollos de diferentes hembras y no todos los pollos consiguen estar bien alimentados o atendidos, con lo que sobreviven menos descendientes. Además, se pueden llegar a dar casos de infanticidios, cuando algunas de las hembras peor atendidas por los machos atacan a los pollos de las hembras que resulten ser las predilectas y a cuyos nidos el macho acuda más frecuentemente a cebar. Por eso los gorriones de manera general y mayoritariamente son monógamos, y solo en algunas condiciones se pueden permitir el lujo o el riesgo de la poligamia.

Los gorriones suelen criar varias veces durante una temporada, aunque esto varía mucho con la latitud, la altitud y la disponibilidad de alimento, e incluso el periodo de cría puede verse interrumpido por episodios climáticos extremos, como olas de calor o lluvias torrenciales continuas. Y aunque el intervalo de tiempo que pasa entre sacar adelante a las crías de la primera puesta y empezar con la siguiente nidada suele ser similar, este periodo entre la primera y la segunda cría, la segunda y la tercera, o la tercera y la cuarta, se va alargando cuando los progenitores son más jóvenes e inexpertos.

Una pareja de gorriones que ha tomado posesión de una caja-nido en el Parque del Retiro de Madrid. Foto: Antonello Dellanotte

Un momento clave, la construcción del nido

El proceso de construcción del nido lo inicia el macho en solitario, pero una vez que este se empareja, la hembra participa activamente, en especial en el proceso de revestimiento del interior. El periodo de construcción de los nidos suele ser más intenso durante los meses de febrero-mayo, al principio del periodo reproductor. Y en general prefieren construir los nidos cerca de otras parejas de gorriones, formando a veces colonias de numerosos nidos, que llegan a estar muy juntos.

Las hembras tienden a elegir nidos en huecos o agujeros, frente a los nidos hechos en el ramaje de árboles y arbustos, pero los gorriones anidan en una gran variedad de lugares. Desde grietas y oquedades de paredes o tejados de edificaciones humanas, hasta agujeros en roquedos, paredes y árboles, o en las partes con más ramificaciones de árboles, arbustos o enredaderas. También aceptan bien las pequeñas cajas nido si no cuentan con otras cavidades cercanas, y ocasionalmente pueden anidar en viejos nidos de otras especies, como golondrinas o aviones, o bien en las plataformas de barro y ramas de especies de mayor tamaño como las cigüeñas, donde llegar a anidar varias parejas de gorriones juntas. En este sentido los gorriones son muy adaptables y tienen la capacidad de llegar a anidar en lugares a veces inverosímiles como chimeneas, tubos de ventilación, coches abandonados o incluso se documentó una pareja que vivió y anidó a más de 600 m bajo tierra en una mina de carbón en Inglaterra. No obstante, a pesar de esta capacidad adaptativa para anidar en un sin fin de tipos diferentes de soportes y ambientes, los gorriones se adaptan muy mal a la cría en cautividad, y no suelen sacar a sus crías adelante en estas condiciones.

Una pareja de gorriones prepara una caja-nido para la cría. Video: Antonello Dellanotte

Para la construcción del nido, en general utilizan material vegetal seco, más grueso en el exterior y más fino para el revestimiento interior, aunque también es frecuente el uso de plumas, pelo, tela o papel.

En zonas donde no existe mucha disponibilidad de huecos o agujeros, los gorriones tienen que construir sus nidos en las ramificaciones de la vegetación arbustiva o del arbolado. Estos nidos construidos en árboles o arbustos, suelen tener una estructura más o menos esférica, cerrada y aplastada, con una entrada lateral. Este tipo de nidos construidos entre la vegetación suelen ser más grandes y agrupados, donde varios nidos pueden compartir las paredes con nidos contiguos. Cuando anidan en orificios, los gorriones adaptan el espacio interior llenándolo de material vegetal más grueso, por la base y los laterales, y construyendo un simple hueco en la parte inferior en forma de taza relleno de material más fino. Los nidos pueden volver a usarse para realizar diferentes puestas dentro de una misma temporada de cría o en años sucesivos.

Estas aves pueden tener lo que se conoce como «nidos no reproductivos», que son lugares potenciales para anidar, que se seleccionan ya desde el otoño y donde transportan algo de material para usarlos como lugar para dormir y descansar en invierno. No obstante, estos sitios pueden abandonarse durante el periodo de reproducción por no considerarlos aptos o suficientemente seguros para la puesta de los huevos.

La reproducción del gorrión común
Un macho vigilando la entrada al nido en una oquedad en el Parque del Retiro. Antonello Dellanotte
La reproducción del gorrión común
Una pareja en una oquedad de un árbol. Antonello Dellanotte

Los primeros huevos

En la zona centro de España las primeras puestas se inician a mediados de abril o principios de mayo y se extienden hasta mitad de julio o principios de agosto. Con la latitud y la altitud estas fechas pueden variar, iniciando las puestas antes en zonas más al sur y más bajas, y más tarde cuando más al norte y en lugares situados a mayor altitud.

El tamaño de la puesta, es decir, el número de huevos que pone la hembra, puede variar desde los tres a cinco huevos, aunque en ocasiones se pueden observar puestas con uno a dos huevos o incluso de hasta ocho. La hembra suele ponerlos por las mañanas, después del amanecer y a intervalos de un día.

Los gorriones son capaces de realizar de dos a tres puestas al año, a veces incluso más, dependiendo de las condiciones climáticas y de la disponibilidad de alimento. Pero a pesar de ser tan prolíficos, no todos los huevos llegan a convertirse en jóvenes gurriatos, ya que en general el éxito reproductivo anual, es decir, la diferencia entre el número de huevos que ponen al año y el número de pollos que logran abandonar el nido con éxito, suele ser del 50%.

La reproducción del gorrión común
Huevos de gorrión común. Foto: Getty

Los huevos son subelípticos, lisos y algo brillantes, de un color que varía del blanco a verdoso o grisáceo en el fondo, moteados, con un tipo, color y densidad de las manchitas que varia considerablemente, desde prácticamente sin manchas, hasta con abundantes motas, puntos o manchitas de colores grises, azuladas, verdosas, purpúreas, negras o pardas. Varían de tonalidad incluso dentro de la misma puesta, pero raramente son completamente blancos. Tienen un tamaño pequeño de 22,5 x 15,7 mm y los huevos con embriones de machos suelen ser un poco más grandes (10%).

Es tiempo de tranquilidad y paciencia: la incubación

El periodo de incubación, es decir, el tiempo que son incubados los huevos desde que la hembra pone el último huevo hasta la primera eclosión, puede variar entre 10-19 días, y la incubación generalmente ya se inicia con la puesta del penúltimo huevo. Aunque ambos progenitores colaboran en la incubación de los huevos, es principalmente la hembra la que desarrolla esta labor, especialmente al principio de este periodo. El macho, fundamentalmente, participa para relevar a la hembra cuando la esta necesita salir a comer.

Durante el periodo de incubación las gorrionas desarrollan en la zona ventral (en la parte baja de su panza) la denominada «placa incubadora», que es una zona de la piel que pierde las plumas, visible durante el periodo de incubación. Esta zona de piel desnuda presenta una epidermis más delgada, está fuertemente irrigada de vasos sanguíneos y cuenta con muy poca acumulación de grasa, lo que hace posible que el calor corporal que genera la madre se transfiera mejor a los huevos mientras los incuba. Las plumas de esta parte ventral, que desaparecen cuando se forma la «placa incubadora», siguen sin aparecer cuando los pollos nacen, y no vuelven a crecer hasta que los pollos ya no necesitan el calor de sus madres.

El instante más emocionante, el nacimiento de los pollitos: la eclosión

En las aves, el nacimiento de los pollos o eclosión, es el momento en el que se produce la ruptura del cascarón y salen de los pollitos del huevo. En los gorriones, este evento se produce de manera asincrónica, es decir, que la eclosión no se produce en todos los huevos del nido a la vez, sino que los huevos se van abriendo y van saliendo los pollitos en intervalos de algo más de un día cada uno. De manera que si un nido cuenta con cinco huevos es muy probable que hasta pasados 5-6 días no hayan salido todos los pollitos. Así, habrá una diferencia de edad de unos cinco días entre el hermano mayor y el más pequeño de los pollitos, el hermano menor. Una vez que han salido todos los pollos del huevo los padres retiran las cáscaras de los huevos del nido.

De pollitos a jóvenes gurriatos

Al nacer, los gorriones presentan un aspecto muy desvalido, con la piel rosada y prácticamente desnuda, sin plumas, con los ojos cerrados y sin apenas poderse mover. Es lo que se conoce como pollos nidícolas, que a diferencia de los pollos nidífugos, no se encuentran completamente desarrollados al nacer y con la capacidad para abandonar el nido inmediatamente, como los bebés humanos. En los pollos nidífugos, como por ejemplo los patos, los pollos ya nacen con plumas, los ojos abiertos y listos para salir corriendo detrás de los progenitores. Los pollos presentan, además, internamente la boca de color rojo, y las comisuras bucales o «boceras» muy marcadas y de color amarillo. Una vez que tienen contacto con los adultos, instintivamente permanecen con la boca abierta para poder recibir comida. A medida que van comiendo y van pasando los días, van aumentando de peso y comienzan a crecerles las plumas. Más o menos a los cuatro días abren los ojos y cesan en su actitud de mantener continuamente la boca abierta. A los once días, ya cuentan con plumas por todo el cuerpo y son capaces de regular su propia temperatura corporal, con lo que no son dependientes de los progenitores para mantener el calor.

La reproducción del gorrión común
Un joven gorrión reclamando alimento. Foto: Antonello Dellanotte

Durante el tiempo que los pollos permanecen en el nido, ambos progenitores se reparten el tiempo que pasan en el nido durante el día, pasando más tiempo con ellos durante los primeros días, hasta que a los ocho días de nacer ya los van dejando más tiempo solos. Durante la noche, son las hembras las que duermen en el nido con los pollitos.

Para alimentar a los pollos, ambos progenitores se reparten el trabajo, regurgitándoles la comida en forma sólida. El alimento que los progenitores proporcionan a los pollos durante todo el periodo de cría es en su mayoría de origen animal (invertebrados como insectos) en un 70%, mientras que en un porcentaje mucho menor (30%) está constituido por materia vegetal u otras cosas. Ambos adultos ceban a los pollos con un porcentaje mayor de materia de origen animal cuando los pollos son de menor edad y van reduciendo la cantidad de proteína animal a medida que los pollos van creciendo, suponiendo hasta el 90% de la dieta cuando los pollos tienen 1-3 días de edad, pasando al 65% en los pollos de 4-5 días, hasta llegar ya solo al 50% de la dieta cuando los pollos ya tienen más de siete días.

Para el crecimiento de las crías la ingesta de proteínas de origen animal es fundamental para su correcto desarrollo y crecimiento, por eso ambos adultos les proporcionan los invertebrados (insectos o arañas) más abundantes y nutritivos de la zona, como escarabajos, cigarras, saltamontes, etc. Para lograr que los pollitos estén bien alimentados machos y hembras llegan a realizar entre 15-19 visitas por hora al nido llevando alimento. Además, ambos progenitores colaboran en la eliminación de los sacos fecales de las crías. Estos sacos fecales, son como unas bolsas blanquecinas de textura mucosa, blandas pero resistentes, que contienen en su interior las deyecciones o excrementos de los pollos. La razón por la que los adultos retiran estos sacos fecales y se los llevan lejos de los nidos, es para evitar que se ensucie el nido y que el olor de los excrementos pueda atraer a los depredadores y descubran el nido.

Y, por fin, la emancipación

Un gorriona alimenta a su hambrienta prole, ya fuera del nido. Foto: Antonello Dellanotte

Desde que nacen los pollos hasta que salen del nido pasan unos 14-16 días, momento en el cual los jóvenes gorriones ya son capaces de volar. Y aunque los pollos volantones ya pueden comer solos y buscar el alimento activamente al dejar el nido, siguen reclamando comida a los progenitores al menos entre 7-10 días después de haber abandonado el nido. Es decir, que todavía siguen siendo dependientes de los adultos reproductores durante al menos una semana más. Durante este periodo de dependencia fuera del nido, los jóvenes emancipados suelen quedarse cerca de los adultos (sobre todo de los machos), pidiéndoles comida continuamente. A medida que pasan los días, se van haciendo más independientes y se van reuniendo con otros jóvenes formando bandos numerosos para alimentarse y descansar juntos.

Para saber más


Enlaces

Otra bibliografía

DAWSON, D.G. 1972. The breeding ecology of House Sparrows. Tesis Doctoral. Oxford Univ., Oxford, UK.

HARRISON, C. 1991. Guía de Campo de los Nidos, Huevos y Polluelos de las Aves de España y Europa. Ediciones Omega, Barcelona.

Sobre el autor


Nicolás López-Jiménez

Licenciado en Biología y Doctor en Ciencias Biológicas, con más de 20 años de experiencia laboral como biólogo, en la actualidad es el Responsable del Programa de Conservación de Especies Amenazadas de SEO/BirdLife a nivel estatal, y Delegado Territorial de SEO/BirdLife en Asturias, participando además como asesor en Grupos de Trabajo o Consejos Consultivos del Ministerio y de varias comunidades autónomas. Nicolás López es BioFotógrafo de profesión, y complementa el trabajo en conservación del medio natural y desarrollo rural, con la fotografía en diversas disciplinas, especialmente Fotografía de Naturaleza.

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