Una hembra y dos machos posados en una rama ahuecan su plumaje ante la llegada de Filomena y su intenso frío. Era solo el principio del episodio. Aunque sabíamos que iba a nevar, nadie esperaba que fuese hacerlo de forma tan intensa, constante y prolongada. El temporal no solo desbarató durante semanas la normalidad de Madrid; también puso en serias dificultades la biodiversidad de la ciudad. A la masacre del arbolado se sumó el difícil escenario que encontraron aves y otras formas de vida los días de frío extremo que siguieron a la nevada, en los que encontrar cobijo y, sobre todo, alimento, se convirtió en una odisea.

De aquella misma primera sesión es esta preciosa imagen. Para capturarla utilicé mi lente macro y me tumbé en la nieve para obtener una perspectiva totalmente recta y al nivel de la gurriata. El gran nivel de detalle de este objetivo permite captar con increíble nitidez la morfología del plumaje, primordial en la termorregulación de las aves. Pero, más allá de las consideraciones técnicas, creo que en esta imagen destaca sobre cualquier otro aspecto la dulzura en la mirada de esta maravillosa -y aterida- hembrita, a la que hemos bautizado con el nombre de Filomena.

Todavía queda por revisar con calma bastante material de sesiones anteriores. Este «Observador» he querido traerlo a la colección, porque creo que es una imagen que transmite muy bien lo que se siente cuando la naturaleza se comunica con uno de una forma tan directa. En verdad lo hace constantemente, pero por lo general nuestra desconexión no nos permite apreciarlo de forma normal. Imágenes como esta, en la que el gorrión posado sobre la ramita de un roble del Palacio de Cristal observa al fotógrafo, nos acercan a la naturaleza y nos conectan con ella.

Y llegan tres referencias capturadas esta misma semana en el mismo escenario: las rejas de El Retiro. El parque permanece cerrado desde el 8 de enero, por lo que los gorriones que habitan en él se acercan a las puertas y verjas, donde decenas de personas les llevamos alimento a diario. El juego que da el enrejado con el parque de fondo es fantástico. Con un poco de paciencia y mucha atención se pueden obtener fotografías llenas de magia, como esta. Como si de un árbol de forja se tratase, los gurriatos van cambiando de posición sobre los patrones geométricos que forman los barrotes y adornos del vallado, creando estampas llenas de fuerza visual. El macho que aparece en la parte inferior viene a romper el equilibrio numérico de la composición, llevándola al siempre interesante terreno de los números impares, confiriendo así un efecto muy artístico. El otro elemento que capta la atención es el individuo de la derecha que, a diferencia de sus compañeros de retrato, posa de espaldas.

Hay fotografías que emocionan especialmente, como es el caso de esta «Rompecorazones». El título hace también una referencia, fácil pero no por ello menos adecuada, al elemento gráfico del adorno cardioide sobre el que está posada esta dulce gorrioncita.

Y terminamos esta actualización con otra fotografía de la sesión en la verja de El Retiro, que lo cierto es que ha dado de sí. De hecho, aún hay otras excelentes capturas que probablemente también llegarán al catálogo. Quizá podrían formar parte de una serie dentro de la exposición. Ya se verá…
En este caso se trata de una propuesta 100% especular, totalmente simétrica, rozando lo caleidoscópico. Aquí la diferencia es la que hay entre las dos hembras que, siendo casi idénticas, son completamente diferentes. La individualización es muy importante y subrayarla nos acerca a la infinita riqueza de la naturaleza y al alma de los gorriones.
El título se lo debemos a Natalia Núñez, de Parte del Arte, amante incondicional de las aves y persona muy cercana a este proyecto. Gracias, amiga, porque el título es perfecto!